Mi nombre es Paola B. Sur y soy una adicta… a la televisión. Lo acepto, lo reconozco y lo declaro en público, aunque esto no quiere decir que tenga ganas de ir a rehabilitación, al mejor estilo de Amy Winehouse, (I said no no no). Y como todo adicto, pienso en ese factor que me indujo a este estado. No hablo de cuando uno toca fondo. Hablo de aquello que nos induce a caer en la adición. Para mi se reduce a una sola palabra: NETFLIX. Y claro. Como todo adicto, tengo un compañero, aunque a este punto no se quién fue el que influenció a quién. Esta persona es mi marido.
Todo comenzó cuando él llegó con un aparatito llamado Apple tv. Pronto nos dimos cuenta de que no necesitábamos los 1500 canales de televisión por los cuales pagábamos una innecesaria suma de dinero. Cortado el cable, aunque no en su totalidad, nuestras noches se convirtieron en maratones de series de televisión. Colecciones que ofrece Netflix para nosotros, los adictos. Todo empieza con el primer capítulo de alguna serie de moda, de las que todo el mundo habla por las redes sociales y uno es el único idiota que no sabe de qué están hablando. Generalmente la serie ya tiene al aire una o dos temporadas. Y como la curiosidad mató al gato, ahí cae uno en el primer capítulo, y esa es la perdición. De ahí en adelante son noches en las que se queda uno hasta las dos de la mañana viendo capítulo tras capítulo, peleando con el sueño porque las ganas de saber qué pasa son incontrolables. Una vez las temporadas en Netflix se terminan y usted está al día con la serie quedan dos opciones: subscribirse a Hulu o al algún otro servicio de televisión que le ofrezca la posibilidad de verse la más reciente temporada, o los capítulos semana a semana como el resto de los mortales, o bajarlos por Internet. El problema de eso es que las noches se convierten en un vacío, en el ¿y ahora qué nos vemos? Entonces usted elige otra serie y sigue el círculo vicioso…
Esto es lo que nos ha dejado la nueva manera de consumir televisión. Una en donde uno disfruta lo que quiere, cuando quiere, y como quiere, sin tener que sufrir por los comerciales, y sin tener que esperar una larga semana para saber qué pasa, en muchos casos. De hecho, muchas parejas han encontrado en sus noches de Netflix una manera de reconectarse, de descubrir nuevas cosas en común, aunque esto también induce a la infidelidad televisiva, según leí hace poco en otro blog. Se trata de cuando la pareja le es fiel a una serie. Noche tras noche este se convierte en su momento de estar juntos, es algo que comparten. Y cuando uno de los dos se va de viaje, si el que queda en casa se ve la serie sin el otro, a eso se le considera infidelidad televisiva. Me sucedió. Mi esposo “me engañó” la semana en que me fui para Miami y se vio lo que quedaba de la segunda temporada de Revenge sin mi. ¡Imperdonable! Me tocó ponerme al día aguantándome los comentarios que él hacía en donde “accidentalmente” se le escapaban detalles de lo que iba a pasar.
Lo cierto es que es algo divertido, por lo menos para nosotros. Nos hemos dado cuenta después de 10 años de estar juntos de que tenemos muchas más cosas en común de lo que creíamos. Ha sido una solución para nuestras citas románticas en casa ya que casi nunca encontramos quién nos pueda cuidar a nuestra hija para salir. Hay que ser recursivos. Hemos creado cualquier tipo de conversaciones que salen de los temas de las series que vemos y tenemos discusiones interesantes. En pocas palabras, nuestra adicción nos ha acercado como pareja. Y si la televisión nos ofrece esta oportunidad, pues ¡a disfrutarla! Y bueno, yo me voy preparando porque esta noche se vienen dos finales de temporadas importantes: The Following y Vikings, porque no la vimos ayer. Y por si fuera poco, el regreso de Revenge y ponerme al día con Once Upon a Time, sin contar que anoche comenzamos a vernos Game of Thrones… si les había dicho que soy adicta, ¿cierto?
¿Qué piensan ustedes? ¿Les ha sucedido? ¿Cuáles son esas series con las que les ha pasado esto?