Estática llevo algún tiempo pensando en esas resoluciones que me hice a principio de año y en lo que he hecho por ellas. Una cosa me llevó a la otra y terminé pensando en las resoluciones que me hice años atrás. Una pregunta vino a mi mente: ¿he perdido el tiempo?
Tengo casi 34 años. Casada, con una hija preciosa que es el amor de mi vida, viviendo en una casa suburbana con todo, perro y minivan. Mientras me siento a escribir y dejo volar mi imaginación a esos mundos que yo misma me invento, es difícil escapar del mundo virtual que es de por sí mi mayor medio de comunicación con el resto de la humanidad. Claro ustedes dirán ¡que mujer tan ermitaña! Y si les digo que las circunstancias en la vida me pusieron en este punto, no tienen más opción que creerme. El hecho es que por ahí me entero de las aventuras diarias de los demás, de sus vidas agitadas, las historias de mis amigas mamás que trabajan y se reparten el día en miles de tareas (cosa que admiro realmente), veo las fotos de lo que compró fulanito, a dónde se fue de viaje sutanito, y los planes de menganito de recorrer el mundo en sus próximas vacaciones porque le subieron el sueldo. Y mientras tanto, yo sin salario pero con mis sueños de escritora me pregunto: ¿he perdido el tiempo? ¿debería entonces mejor buscarme un trabajo de lo que sea, en donde sea y dejar esto como un hobby que no me ocasione frustración? Porque sí, amo escribir pero me sentía frustrada.
Volvemos a retroceder. Escribí un libro hace 5 años con la esperanza de que se publicara algún día. En el camino conocí a una persona que me ha guiado en este difícil mundo de escribir y publicar. Mi agente literaria es quien me ha enseñado lo dulce y amargo de esta profesión. A pesar de sus esfuerzos no ha logrado que una editorial me adopte. Porque sí, eso somos los escritores, hijos huérfanos en busca de un hogar que nos proteja, nos cuide y luche por nuestros derechos. No lo ha logrado a pesar de que mi libro lo han leído ya varias personas y ha tenido buenas críticas. Porque en algún punto pensé que el problema era que lo que escribía era atroz, hasta el día en que un prestigioso editor de una gran casa editorial en España me escribió personalmente un email diciéndome que le había gustado mucho mi historia. Esta persona me pidió esperar un año. Lo hice pacientemente y con el ego inflado a punto de estallar, convencida de que esta era mi gran oportunidad. Pasó el año y la respuesta fue: “estamos en crisis. No podemos apostarle a un escritor nuevo, y menos si escribe para jóvenes adultos que no tienen plata”. Luego me metí a un concurso literario que terminó siendo un gran fiasco. Después de otros varios meses de espera al final declararon el premio desierto, cosa de la que me enteré gracias a mis habilidades periodísticas que aún me quedan, porque los organizadores no tuvieron la delicadeza de mandar un comunicado o notificación del asunto. Ni siquiera han actualizado su página web… es mucho decir. Fracaso.
Me dí cuenta de que había pasado mucho tiempo esperando. Fue cuando decidí comenzar a escribir otro libro. Y en el proceso contemplé entonces la posibilidad a donde llegan millones de escritores huérfanos diariamente: Amazon.
Había dudado por mucho tiempo sobre esto. En corto, porque hace unos años me aventuré a tener una revista y el proyecto terminó por falta de fondos. Y fue una experiencia muy dura y confieso que me da terror volver a lanzarme al vacío con un paño en mis ojos. Recientemente llegó a mis manos un video que me quitó la venda. Un escritor peruano relataba cómo su vida había sido siempre escribir. Rechazando ofertas para trabajar en un lugar fijo que le permitiera una estabilidad y un salario fijo, él siguió perseverando varios años a pesar de que la gente alrededor lo tildaba de loco. Pero el decía, “escribo porque es que no tengo otra opción”. Hablaba de la renuncia, y el cómo uno tiene que verdaderamente amar lo que hace sin importar lo que esto traiga consigo. Y al final lo consiguió, y es hoy por hoy un escritor exitoso y reconocido, adoptado por una gran casa editorial. En realidad los seres humanos deberíamos hacer esto, amar lo que hacemos, y hacerlo entendiendo que es nuestra única opción. Única para ser completamente felices. Porque en el momento en que renunciamos a ello y nos ponemos a hacer algo que no hace parte de nuestro sueño pero nos es útil para vivir, renunciamos también a la felicidad.
Entonces descubrí que el escritor huérfano no necesita padres adoptivos siempre. Él puede defenderse solo. Que obviamente no es el ideal, de acuerdo. Pero un escritor no puede dejarse vencer porque no encuentra quien lo proteja cuando se puede proteger a sí mismo.
La respuesta es No. No perdí mi tiempo. Estos años no han sido años de espera. Han sido años de aprendizaje. Y ahora que ya estoy lista, cuento los días para ver mi obra publicada en Amazon y dejar que miles de hogares me adopten. Hogares que realmente me quieran. Hablo de los lectores quienes son finalmente quienes hacen que estos sueños valgan la pena. Y si lo que uno escribe viene del alma, está bien planteado y sobre todo bien presentado, a ellos se llega independientemente de que los escritores huérfanos tengamos padres adoptivos de renombre o no. Y gracias a las palabras de Jeremías Gamboa quien me hizo entender por qué hago lo que hago, porque es que no tengo otra opción. Ustedes diganme que estoy loca si quieren.