Recuerdo un capítulo de la serie Sex and the City, en donde Miranda le pregunta a su grupo de amigas un consejo acerca de un hombre con el que está saliendo pero quien aparentemente no tiene mucho tiempo para ella. De repente, el novio de Carrie, si no estoy mal es Berger, le dice con un desparpajo y honestidad impresionantes una frase: “He is not that into you”, que en español vendría siendo como “’Él realmente no está interesado en ti”. A pesar de la reacción de las amigas desconcertadas ante tal revelación, Miranda toma el consejo como la frase más liberadora jamás. Tal impacto tuvo ese capítulo en la audiencia y en la cultura pop que la frase se institucionalizó prácticamente como una ley entre las mujeres solteras en busca de una relación estable, y hasta derivó en película. Frase alentadora y deprimente a la vez, eso sí pero no cabe duda que en realidad si las mujeres solteras la usaran como filosofía les ahorraría millones de dolores de cabeza, tiempo, dinero y hasta consultas médicas.
Hace poco, tuve una similar experiencia con una frase, aunque en esta ocasión, relacionada con un tema totalmente diferente. Como ya lo saben los que leen mi blog y los que no los actualizo, he tenido varios problemas con mi hija para que se vaya a dormir, situación que ha ido mejorando considerablemente. En medio del caos y la desesperación encontré un libro. “The no cry sleep solution” de Elizabeth Pantley (en español: El sueño del niño de 2 a 6 años sin lágrimas). Libro que nunca me llamó la atención porque, lo digo abiertamente, yo no le veo NADA de malo en que los niños lloren de vez en cuando o como método para que duerman. Pero eso es otra historia.
Como siempre cuando tengo un problema de índole materna, la impaciencia que se apodera de mi no conoce límites. Como muchas mamás queremos que nuestro problema se solucione más rápido que inmediatamente, ya sea por que tenemos sueño, estamos cansadas, no tenemos tiempo, estamos desesperadas, llámelo como quiera, pero una mamá soñaría con tener un botón mágico en donde cualquier situación relacionada con sus pequeños se resolviera rápido y sin conflictos. Por otro lado está la presión de otras mamás. No entiendo por qué algunas mamás, que como tal deberían compartir esa solidaridad de género más que cualquier otra mujer, se empeñan en competir con otras, como si a las mamás nos dieran una medalla cuando los hijos alcanzan con éxito un objetivo importante. Me explico. No hablo de cuando las mamás compartimos esos pequeños triunfos, porque de hecho no hay nada más emocionante que gritarlo al mundo porque para las mamás estos son grandes éxitos así para los demás sean estupideces. Hablo de esas mamás que se jactan de su vida perfecta, como si las demás no supiéramos que en secreto se deben encerrar en el closet a llorar de vez en cuando. De las que dicen que jamás han tenido problemas con sus hijos, maridos y familia, que dicen tenerlo todo bajo control, que juran no necesitar ayuda alguna para nada, pero en realidad ese síndrome de súper mujeres ante el mundo las tiene al borde del Prozac… Gracias a ese puñado de mamás enmascaradas, muchas de nosotras desarrollamos sentimientos de culpa, cosa que no debería suceder.
En fin. Como sea vuelvo al tema. En medio de todo esto encontré esta frase en el dichoso libro: “la crianza de los hijos no es una carrera corta a toda velocidad, es una maratón. Hasta ahora estás comenzado, así que no hay ninguna razón para apresurarte a ti mismo(a), o a tu hijo”. Quedé pasmada por unos instantes… Así como una especia de Miranda Hobbes de la maternidad. Entendí que por un lado me la pasaré el resto de mi vida enfrentando problemas relacionados con mis hijos, eso es claro. Cuando no es una cosa será otra y tengo que aceptar esta realidad como mamá, punto. Si ya me metí en esta maratón, eso si sin entrenamiento previo, no me queda otra que correrla con calma, paciencia, con ejercicios de respiración, sin agobiarme ni pretender que ya en cinco minutos voy a llegar a la meta y solucionar lo que tengo al frente. Porque esta maratón está llena de obstáculos, sí. Pero al mismo tiempo cada día que pasa el premio lo tengo en mis brazos. ¿O díganme mamás si no basta con un “te amo mami” o una sonrisa para olvidarse del resto del mundo y sus problemas? Así que cada vez que de ahora en adelante me enfrente a algún obstáculo, volveré a esta frase. Respiraré profundo, tomaré impulso y seguiré corriendo la maratón ¡a mí ritmo!