Hace algo más de 11 años que me convertí en madre. No puedo olvidar el momento en que escuché a mi hija Eva llorar por primera vez. Es un sonido que te cambia por completo, te desestabiliza y te fortalece salvajemente a la vez. Se despierta en ti un instinto dormido, pero que reconoces inmediatamente, como si lo hubieses manejado a la perfección toda tu vida.
Después de esto, estás allí con ese bebé en tus brazos y te preguntas ¿Y ahora qué hago? Porque así hayas leído un millón de libros de maternidad, así hayas ido a todas las clases pre-natales, hayas recibido con atención todos los consejos de todas las madres que conoces, nada ni nadie te prepara para ser madre.
Eres tú y ese ser del que ahora eres responsable desarrollando un lenguaje propio, en el que ambas partes aprenden y crecen. Y esto sucede sin importar el cómo te convertiste en mamá. Para muchas mujeres es un parto, para otras es la adopción, o la maternidad subrogada. No importa la vía, cuando te conviertes en madre por primera vez no tienes idea de lo que se te viene encima, maravilloso y todo como es, hay que reconocer que también es algo muy difícil. Y la primera vez no te prepara para la segunda, la tercera, ni las que puedan venir.
Nadie te advierte que inmediatamente tus batallas cambian de objetivo. Ni que tu fortaleza se quebrará con solo escuchar su llanto, no importa la edad que tengan. O que desarrollarás superpoderes solo para proteger a tus hijos contra viento y marea. Que pasarás noches en vela cuidando fiebres que desearías que fueran tuyas, o curando corazones rotos con besos y caricias porque son el mejor remedio, y porque por más que quieras detener sus sufrimientos, la mayoría de las veces no están en tu control.
Nadie te dice que así como sonreirás y disfrutarás de ser mamá, inevitablemente en algunos momentos llorarás en silencio cuando el peso sobre tus hombros se hace insoportable, cuando te sientes abrumada porque es un hecho que la maternidad también tiene un lado oscuro. O que muchas veces te mirarás en el espejo y verás a una mujer que ya no reconoces, pero a pesar de todo aprenderás a amar, a respetar y a admirar.
Nadie te comenta sobre el hecho de que tal vez tendrás que poner tus sueños en pausa o cambiarlos de algún modo para que los de tus hijos puedan hacerse realidad. Que tendrás que sacrificar tiempo y esfuerzo porque verlos felices a ellos te hace feliz. Que después de un tiempo tendrás que esforzarte para reencontrar tus razones, tus fuerzas y propósito para que tus sueños por fin salgan a la luz.
Nadie te cuenta que vas a querer detener el tiempo con cada año que pase. Que en algún momento mirarás a atrás y te preguntarás dónde quedó el desorden, el llanto, los pañales, y en su lugar encontrarás espacios vacíos pero llenos de recuerdos. Que no te importará no salir en las fotografías porque lo único que quieres es capturar en imágenes sus momentos de alegría desde la perspectiva de tus ojos y tu amor.
Nadie te habla de la impotencia que sentirás al no poder controlar lo que pase en el mundo, o de no poder proteger a tus hijos a cada momento y en cada lugar y que es por ello que cuando salen de casa tu lanzas una oración al vacío, confiando en una fuerza invisible protectora en la que a veces ni tú misma crees que pueda existir.
Nadie te habla de tu soledad, ese sentimiento conflictivo de querer tu tiempo, tu espacio, tus momentos, pero al mismo tiempo del dolor que a veces te causa mirar a tu alrededor y no encontrarlos a tu lado. O del vacío en tu alma cuando se van del todo a formar su propio mundo.
Ser mamá es a veces fácil y sencillo. Otras veces es complejo y agotador. Lo que no hay lugar a dudas es que de cualquier forma amarás ser madre, que no imaginarás tu vida sin serlo. No importa lo que no te digan de ser mamá, porque al final es un maravilloso descubrimiento diario que nadie te podrá quitar.
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Paola es la autora de The Lake of Miracles/El Lago de Los Milagros, Shorty Tales (Cuentitos), y The Anxious Mom Manifesto: 18 Lessons to Control your Anxiety Monster. Encuentra sus libros AQUÍ
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