Nos enseñaron desde muy niñas que envejecer era algo negativo, especialmente para una mujer. Es una sensación de espanto cuando nos encontramos con una nueva cana, una nueva arruga, o un nuevo malestar físico, porque nos metieron en la cabeza que para una mujer el envejecer significa una belleza en declive, circunstancia que debemos evitar a toda costa, como si con cremitas y tratamientos pudiéramos detener el paso del tiempo.
Sé que todo lo que haces por verte y sentirte mejor es bueno. Amarte más allá de tu físico no significa que dejes de cuidarte, y quererte, y hacer por tu cuerpo lo que TU consideres es mejor para ti y te hace feliz, te nutre y te llena de vitalidad. Mi conflicto es con el que se nos ha convertido una tortura cada cumpleaños, especialmente después de los 40. Llegas a una edad en donde es verdad, cada día es más difícil bajar esos kilos de más, y por más filtros y botox que te pongas siempre estará esa arruga que te recuerda que ya comenzó la decadencia.
Escribo estas líneas en mi llegada a una nueva vuelta al sol, 43 para ser más precisa, o como me lo hizo ver un amigo recientemente, empieza la vuelta 44. Pero en esta oportunidad he decidido mirarlo de otra forma. ¿Qué tal si nos comenzamos a amar aún más mientras más envejecemos? Para ser más clara, ¿Que tal si en vez de concentrar toda esa energía por amar nuestra apariencia a toda costa y detener así sea de una manera aparente el paso del tiempo en nuestro cuerpo, nos concentramos en amar ferozmente nuestra alma con todo lo que los años traen?
Hablo de amar tu instinto. Ese del que ya no dudas pues han sido precisamente los años los que te han enseñado a escucharlo.
Hablo de que en lugar de pelear con tus cicatrices en la piel, te enfrentes a esas heridas que no han llegado a sanar en tu interior, para que descubras esa fuerza que siempre ha estado dentro de ti y que solo se fortalece con el paso del tiempo.
Hablo de amar tu madurez, esa que hoy te lleva a tomar decisiones sin parpadear, porque ahora decides con determinación, así cometas un error, y es precisamente la edad la que te ha hecho tan sabia que ya no miras atrás, pises donde pises.
Hablo de amar e ir por esos sueños que aún no has llegado a cumplir, porque con los años sabes que tu alma sigue soñando y que tu felicidad depende de ello y no de lo que otros sueñen para tí.
Hablo de amar ese desparpajo que has adquirido envejeciendo para no preocuparte por lo que piensen los demás, y hacer lo que se te da la gana porque quieres, porque puedes, y porque no te importa el qué dirán.
Hablo de amar esa valentía que hoy te permite enfrentar lo que la vida te ponga por delante porque a estas alturas ya sabes lo que es caerte y levantarte más de una vez.
Hablo de amar los momentos de soledad que ya no te asustan, sino por el contrario te dan fuerzas y te reconstruyen.
Hablo de amar esa independencia absoluta en todos los sentidos, que te permite compartir tu amor con quien quieras y porque es tu elección compartirlo, y porque con la edad comprendes que tu felicidad solo depende de ti.
Y si, hablo también de amar a tu cuerpo mientras envejeces, agradecerle lo que ha hecho por ti, porque envejecer con tu cuerpo tal como se vé es un privilegio.
Amate más intensamente con cada día que pase, y celebra tu edad, tu vida, ese corazón que sigue latiendo y que te permite seguir acá respirando y creciendo, compartiendo tu mundo con las personas que te hacen feliz, haciendo lo que te apasiona, sin importar la nueva arruga o la nueva cana, porque tu belleza es cada vez más sublime, pues es la que irradias desde adentro. Así que déjala brillar.