En unos días tomaré un avión rumbo a Miami a hacer algo que no he hecho en mucho tiempo. No. No precisamente tomarme unas vacaciones, ¡ya quisiera!. Voy a asistir a Hispanicize 2013, un evento increíble para pioneros latinos en los medios sociales, el mercadeo, el entretenimiento y la innovación, al cual atenderé como bloguera y en el que aprovecharé para hacer los contactos que no he hecho desde que dejé el mundo de oficina desde hace ya varios años. Sí, ese mundo con horarios y jefes, ese mundo que ya casi me es irreconocible o como mi propio lugar de La Mancha “de cuyo nombre no quiero acordarme”. Nada he aprendido a apreciar más que el poder manejar mis horarios, ser libre y hacer lo que realmente me gusta hacer, a pesar de no recibir un sueldo cada mes ni tener la seguridad que ofrece un empleo fijo.
Pero bueno. Mi punto es que me voy y me voy completamente sola, sin hija y sin marido. Algo fascinante y aterrador al mismo tiempo. Fascinante porque considero que una mamá DEBE hacer este tipo de cosas. Irse sola ya sea a un paseo con amigas, a una convención laboral, o lo que sea, para poder desconectarse por un tiempo, así sea pequeño, y así contribuir a su felicidad y a la de su familia. Mamá feliz, familia feliz. Además, porque las mamás tenemos la tendencia de olvidarnos de nosotras mismas, de nuestros sueños, y siempre terminamos con ese sentimiento que nos caracteriza a la hora de pensar en nosotras: la culpa. Y esto no es bueno para nadie.
Aquí viene lo aterrador. Aunque han sido pocas veces, y a sus escasos dos años, mi hija ya se ha quedado sola con su papá o con sus abuelos, ésta mamá no se acostumbrará nunca a despedirse de ella. Esa parte es la que más me duele aunque se que a ella el llanto le dura unos minutos y luego ¿cuál mamá?.
Con mi esposo, estos pequeños espacios son una bendición para los dos (pues el también los tiene). Se dan de manera esporádica y ninguno le hace reproches al otro. Todo lo contrario, se han convertido en nuestro secreto para mantener una relación firme, llena de confianza y respeto, una manera de apoyar lo que cada uno es, lo que le gusta y lo que quiere hacer. Ambos lo sabemos y no hay mejor dicha que tener ese voto de confianza. Nada peor que el esposo celoso al que hay que reportarse cada cinco minutos y mandarle millones de fotos mientras uno está afuera, porque si no le da un ataque. Eso tampoco quiere decir que uno se vaya y ya, se olvide de su familia. Claro, las llamadas, las fotos de manera espontánea y en su momento adecuado son esenciales.
Pero sin duda lo que es aterrador es no saber con lo que uno se va a encontrar en casa. Esa parte si está fuera del domino de cualquier mamá, por más controladora que sea. Los niños pueden estar en un horario que no es, haber sido alimentados con chocolates y “mac and cheese” toda la semana, y ni hablar de cómo va a encontrar la cocina y la ropa. Claro hay maridos que son excepción a la regla, (creo que los americanos entran en esta categoría según mis amigas) y son capaces de hacer multitasking como las mamás. Pueden cuidar los niños y hacer millones de cosas en la casa y trabajar al mismo tiempo. Bueno, lamentablemente el mío, no lo logra cuando está solo. Así que a mi regreso de cada viaje siempre espero encontrar montañas de ropa, platos por todos lados y un desorden descomunal. Cuando esto no sucede es un verdadero PLUS. Pero por lo general no es así, y tal vez sea la pequeña venganza maquiavélica y burlona de mi marido por mi partida, no lo sabré nunca.
Mi punto es que todo esto no importa. Las ganancias, lo que deja un viaje de la mamá a solas no tiene precio. Nos sentimos renovadas, llenas de energía así nuestro viaje nos haya dejado físicamente agotadas, le da la oportunidad a los hijos y a la pareja de que nos extrañen y nos valoren, nos sentimos únicas y relevantes, y lo más importante, esos viajes nos ayudan a reconectarnos con ese ser interno, esa mujer que verdaderamente somos, y que olvidamos a lo largo del camino con todo lo que sucede alrededor en nuestra vida. Así que mamás, ¡No les de miedo! ¡Váyanse solas! Nada de sentimiento de culpa, ni de pensarlo mucho. Todos ganan, se los aseguro.
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