En cada batalla hay momentos en los que se pierden las energías y se bajan las defensas. Son momentos cruciales porque se ponen a prueba nuestros objetivos, nuestra capacidad de recuperación, nuestra razón sobre los sentimientos…
Me sucedió hace una semana. Tuve que salir a comprar algo que ponerme para un evento que tenía el viernes, una salida de chicas a celebrar el cumpleaños de una amiga. El plan me sonó muy tentador desde el principio. Ir a comer a un restaurante de esos trendy a los que desde hace mucho no voy, y luego ir a una discoteca… (sin comentarios. Años de no ir…) Obvio no tenía nada que ponerme pues nada, absolutamente nada de mi ropero me queda con excepción de mis pantalones de yoga y camisetas de diario. Emocionada me fui a comprar algo en una de esas tiendas de descuento, porque no quería invertir en ropa que si pierdo de peso, luego no me quedará.
No quiero relatar con lujo de detalles lo que allí sucedió. Al buen entendedor pocas palabras. Basta con decir que tenía razón cuando dije en un post anterior que el peor enemigo en esta lucha es uno mismo. Con mirarme al espejo y medirme una prenda tras otra, una más grande que la anterior, y ver que nada me hacía lucir bien fue suficiente para salir de allí huyendo llena de rabia. Lloré y me decepcioné. Tuve uno de esos momentos en los que uno se pregunta “¿para qué hago todo lo que estoy haciendo?” y estuve a punto de decir que no iba a ir.
¿Se acuerdan que les dije que uno en esta lucha necesita aliados? También tenía toda la razón. Fueron mis amigas quienes me sacudieron y me hicieron ver que todo lo que estaba haciendo sí valía la pena, pero que yo misma estaba saboteando mi plan. Me permití entonces una noche de autocompasión pero al día siguiente me levanté y volví a la tienda. Me prometí no salir de allí hasta que no encontrara lo que buscaba. Y el que busca, encuentra…
El viernes puse mi mejor cara y salí a divertirme. Me reí de mi misma pues me sentí un poco extraña en un lugar lleno de muchachitas y mujeres flacas con sus vestidos cortos ceñidos al cuerpo y yo con una carpa como blusa. La diferencia está en la actitud. Me sentí bien, me motivé, salí, hasta bebí, recordé que no solo soy mamá y que también tengo derecho a divertirme y pasarla bien sola.
No se cuando volveré a una discoteca. No creo que sea pronto. Pero espero que para la próxima vez pueda ponerme alguno de los vestidos en mi ropero. Mientras tanto como dirían en mi tierra: nadie me quita lo bailado.
Si está pasando por una situación similar, necesita irse de compras, va a salir a una noche de chicas y se siente desmotivada, estos son mis humildes consejos:
– Haga lo posible por ir. No se sabotee. Si pone un poco de esfuerzo puede conseguir quién le cuide los niños, qué ponerse, cómo peinarse etc.
– Si se va de compras, vaya sola y tómese su tiempo. No importa que la señora que cuida el probador la mira mal cada vez que usted llega con otras 8 prendas. A ella igual le pagan por estar ahí parada sin hacer mayor esfuerzo. Usted necesita tiempo, no compre nada por comprar ni a la ligera.
– No es necesario que se gaste una fortuna. La idea es perder todo ese peso, bajar unas cuantas tallas. Así que no invierta mucho pues no lo necesita.
– El pelo y maquillaje son su fuerte. Así que concéntrese más en esas áreas.
– No se compare con nadie. Usted tiene que vivir su proceso con la mentalidad de que nadie puede ponerse en sus zapatos. Cada mamá y cada cuerpo son distintos. Si su amiga se ve flaca y tuvo su bebé hace un par de semanas ¡bien por ella! Si la vecina pesa 99 libras y se lo dice a cada segundo ¡felicítela! Su proceso es solo suyo. Viva su ritmo de manera individual.
– ¡Diviértase! Se lo merece, pero no se pase de tragos porque igual como a la cenicienta (aunque a las mamás se nos permite más de la media noche), al otro día se va la carroza, usted vuelve a ser mamá y los ratoncitos se despiertan con hambre y temprano.
¿Ha pasado por una situación similar? Las escucho!
Ayyy Dios, Si me ha pasado! No como el plan de mama, pero si la frustración que se siente cuando te quieres poner algo y no se ve como el bendito maniquí o peor aún, una pinta tuya que amas, que el verano pasado te quedaba divina y en este pareres un chorizo mal amarrao jajaa. Pero ahí esta el reto del que hablas. Si definitivamente, en tu menu no pueden haber algunos alimentos, pues a deshacerse de ellos, como cuál mala compañía. Y un dia a la vez! Sobria un dia a la vez 😛