Hoy millones de personas en el mundo celebran el Día de la Madre. El día en que nos llenan de flores, tiernos dibujitos y muchos detalles. Todo esto es maravilloso, que por un día nos valoren y nos traten como reinas. Aunque esto debería ser más seguido.
Todas sabemos que el Día de la Madre tiene un efecto cenicienta. Mañana, lunes, el día más desdichado para una madre, el encanto se rompe y volveremos a la rutina y a nuestra calabaza, en mi caso una minivan Toyota Sienna en la que fácilmente puede estar desarrollándose una pequeña civilización en medio de los pedazos de comida, medias sucias, arena y otra cantidad de objetos que no he logrado sacar.
Son días como hoy, en que nos sentamos a reflexionar mientras nos tomamos la mimosa del bien ponderado “brunch” en lo mucho que nuestras vidas cambian cuando nos convertimos en mamás. Luego se nos escapa una lágrima al ver esos dibujios y palabras bonitas, o esa matera mal pintada pero que vale más que cualquier oro del mundo, porque cada uno de esos detalles nos recuerda que no cambiaríamos esta vida de ser madres por nada del mundo. Y nos sentimos orgullosas porque de algo estamos seguras: ser mamás nos ha hecho fuertes. Somos más poderosas que los mismos “Avengers”, y lo sabemos. Es más, para la próxima película, pongan a las mamás de todos esos “Avengers” desaparecidos (por lo menos las que siguen vivas) y verán que Thanos no dura vivo ni cinco minutos y de que los encuentran LOS ENCUENTRAN. Porque además las mamás tenemos más ‘skills’ que Liam Neeson en la película “Taken”. (Just saying…)
Nosotras sabemos lo que es ser madre y lo que en realidad pensamos pero que no nos atrevemos a decir. Pero me voy a sacrificar. Yo se que ustedes mamás me van a entender. Y para el resto, es mejor que lo sepan. Porque así van a entender un poco más a sus mamás, madres de sus hijos, o a sus amigas mamás y dejen de considerarlas tan extraterrestres. Estas son 5 verdades de ser mamá.
1. En algún momento hemos sentido que terminaremos en un hospital psiquiátrico.
Sí, nuestros hijos nos vuelven locas de vez en cuando así que cuando vean una mamá en estado de shock, alteración, o emoción extrema, no se alarmen. Es parte de nuestro rol pero después de estos momentos, catalogados como locura temporal, y tras una reacción dramática de desahogo, pronto volvemos a la normalidad y a ser esos seres amorosos de siempre. Solo retírense y esperen…
2. Tenemos más imaginación que Steven Spielberg.
La cabeza de una mamá está diseñada para crear escenarios hipotéticos. Es inevitable. Todo radica de esa necesidad incontrolable de proteger a nuestros hijos de cualquier peligro. Cuando vean a una mamá en silencio es porque está analizando una situación, y creando mentalmente una película de algo que ella piensa que puede suceder. No se angustien, afortunadamente las mamás podemos hacer esto mientras estamos realizando otras actividades al mismo tiempo.
3. El tiempo es nuestro mayor enemigo.
No importa el tipo de mamá que seamos. A todas nos hace falta tiempo. Por alguna razón las 24 horas del día no nos alcanzan para todo lo que hacemos. Además (and quoting Laura en América) siempre pasa muy rápido el desgraciado. Un día estamos cambiando pañales y al otro día estamos en una graduación. De allí la razón de la más famosa frase que sale de los labios de una mamá: ¿a qué hora se creció mi hij@? No nos juzguen cuando la decimos, en realidad batallamos contra el tiempo constantemente porque queremos que pase y que no pase, y eso solo lo podemos entender nosotras.
4. Por ser mamás se nos quedó algún sueño en el tintero…
Cabe aclarar que no guardamos resentimiento por ello. Sin embargo, en algún punto nos damos cuenta de que hay un pequeño vacío por ese sueño que nunca llegamos a cumplir y que sabemos que ya no lo vamos a perseguir. Y nos llenamos de nostalgia y nos preguntamos qué hubiese pasado si hubiésemos tomado otro rumbo. Pero no se preocupen, una mamá tiene muchos sueños, y ser mamá no impide que una mujer logre cumplirlos. Y además éstos cambian con el tiempo. Así que ese sueño no cumplido, ese momento de nostalgia y vacío es efímero, casi imperceptible. A lo mejor se alborota cuando nos pasamos de vinos…
5. Muchas veces nos sentimos solas y nos duele.
La soledad que a una mamá le duele no es física. Es más, si hay algo que valora una mamá es precisamente eso. Los momentos fugaces de silencio en casa, de podernos tomar un café antes de que todos se levanten, el poder ir a almorzar sin tener que pararse de la mesa 10 veces para llevar alguien al baño… Lo que le duele a una mamá y congela su corazón es la soledad emocional. Hay ocasiones en que nos sentirnos desvaloradas, invisibles, vulnerables. Al fin y al cabo no somos de hierro. Son momentos en que sentimos que nadie valora ese amor incondicional que nos hace hacer lo imposible por los seres que amamos. Vemos que día tras día nuestras pequeñas tareas se dan por hecho. No se agradecen. Eso no nos hace amar menos, simplemente nos golpea de vez en cuando.
Ya lo saben. Así que no se quede en solo hoy. Valoren a sus mamás, a las madres de sus hijos y a todas las madres que conozcan todos los días. Que si nos gustan las flores, las joyas, los detalles en un día como hoy ¡claro que sí! Pero el corazón de una mamá en realidad estalla de amor y alegría con esas cosas sencillas que nos hacen sentir especiales, únicas y amadas cada día. Una última observación antes de despedirme… cuando puedan regalarle a esa mamá especial en sus vidas unas horas de sueño, créanme que serán muy bien retribuidas. ¡Garantizado!