Hace unos días me di cuenta de que no podía ver varias de las publicaciones de mi hija de 12 años, Eva, en una de sus cuentas de redes sociales. Sí, antes de que me tiren piedras, le permití participar en la redes a pesar de todo lo que se ha dicho. Pero este es otro tema para otra ocasión. Igual sé que con esta historia muchas personas me juzgarán, inevitablemente sucede.
Se lo pregunté directamente. ¿Me estás escondiendo algo? Y su respuesta me sorprendió.
Muy elocuentemente argumentó su posición de no tenerme como amiga para impedir que viera algunas publicaciones, (estoy segura de que ella lo veía venir porque una de dos, o estaba muy preparada, o realmente sirven esas clases de debate en el colegio). En lugar de torcer los ojos, o de responderme con actitud defensiva como usualmente pasa cuando la confronto, simplemente me dijo que hay cosas que no quiere compartir conmigo, solamente con sus amigos.
Dentro de otros argumentos, me explicó que ella sabía que de todas formas si yo lo quisiera, podría ponerme de detective y encontrar la manera de ver sus videos. Que no estaba abriendo cuentas falsas a escondidas, y me devolvió las palabras que le he dicho desde que la dejé utilizar un teléfono celular.
Yo sé que nada de lo que publico es privado y está en las redes expuesto para que todo el mundo lo vea, pero simplemente no son para ti mamá. Y remató con la siguiente pregunta: ¿Tu que hubieses hecho a mi edad si hubieses tenido redes sosciales?
Ahí la que tenía dos opciones era yo. Mentirle y decirle por supuesto que hubiese dejado a mi mamá ver todo y contarle todo absolutamente todo sin omitir detalle alguno. O utilizar este momento para hablar francamente y establecer más confianza entre las dos. Le respondí: probablemente lo mismo que tú.
Mientras seguí conduciendo me devolví en el tiempo a esa edad y agradecí a todos los dioses el no contar con redes sociales ni tanta tecnología en ese entonces. Lo que sí tuve yo eran agendas donde anotaba lo más íntimo, poemas de amor, cosas que me estaban sucediendo, y las guardaba con tanto recelo para esconderlas sobre todo de mis padres, que entendí lo que ella me estaba explicando. Pero más que todo, entendí lo más duro para una madre en esta etapa de su hija. No es su actitud, su rebeldía, o sus emociones desbordadas, es el reconocer que tu hija está encontrando su mundo alejada de ti. Y esto no tiene nada de malo.
El problema es que es un cambio repentino. En nuestro caso, creo que sucedió desde que entró al Middle School. Cambiaron sus gustos, sus amistades, sus reacciones, su mentalidad. Comenzó a encerrarse más en su cuarto, a querer pasar menos tiempo con nosotros, a preferir el mundo exterior y a confiar en otras personas. De repente ya no la conocía, ¿dónde está esa niña de la que yo lo sabía todo y tenía control sobre su mundo y lo que lo afectaba?
Pero ¿qué puedo pretender saber yo si ella misma también se está descubriendo? Porque si algo recuerdo de esa edad es la confusión. Así que estos cambios serán un común denominador para los próximos años. Para que me miento, por el resto de su vida. ¡Ni yo misma me entiendo a veces a mis 44 años!
Se que para los padres es un reto todo esto de las redes sociales, y nadie más conoce a tus hijos que tú. Tú pones tus reglas en tu hogar y lo que te funciona puede no funcionar para otros. Con mis dos hijos hemos tenido muchas oportunidades durante los últimos años de hablar sobre cada red social, los peligros, sus consecuencias, los pros y los contras.
Tenemos ciertas reglas en cuanto al tiempo, cómo y dónde usar sus dispositivos electrónicos, y hemos hablado del tipo de contenido al que están expuestos y cómo identificar peligros. Sobre todo, hemos puesto énfasis en lo que ellos tienden a compartir. Creo que, en esta etapa de sus vidas, ejercer un tipo de control total sobre todo esto se comienza a escapar de las manos y es ahí cuando no nos queda de otra que aprender a confiar en su juicio, ¡y esto nos da terror!
Accedí a su privacidad con un gran voto de confianza. Hablamos de muchas cosas a diario y no quiero que esto lo afecte. Además, pensé si se lo prohíbo de todas maneras lo hará sin consultarme. Le dejé saber lo mucho que confiaba en ella, y que iba a respetar su decisión. Yo sigo siendo su guía en este mundo y solo puedo continuar haciendo lo mejor posible para enseñarle a tomar las mejores decisiones y estar allí para cuando se equivoque.
Elegir entre cerrar una puerta y abrir otra, es cuestión de cada quién. Se que, si en dado caso el instinto materno me dice que debo meterme en su privacidad para defenderla, lo haré. Las mamás podemos convertirnos en agentes del FBI en cuestión de horas, sino minutos. Pero por ahora no es el caso. De todas formas, mantendré un ojo vigilante sin sobrepasar los límites.
Me duele no conocer su mundo en su totalidad y lo reconozco, no poder controlarlo. Durante los primeros 9 o 10 años, esa relación de madre e hija es algo inexplicablemente hermoso y cercano. Eres dura con ella porque quieres que sea fuerte, pero accedes a algunos de sus caprichos porque quieres verla feliz. Compartes todo con ella y ella contigo. Secretos, gustos, eres su mundo y ella te busca en primer lugar. Cuando de repente ese lazo comienza a soltarse, te sientes perdida, y por qué no decirlo profundamente triste y esto nadie te lo dice. Pero es parte de ser mamá. Saber cuándo hay que meterse en su vida como una osa enfurecida o dejarla volar un poco, así como los pajaritos en el video de Shakira.
Paola B. Sur es una autora galardonada, originaria de Colombia. Madre de dos hijos, bloguera y sobre todo soñadora. Le encanta la ficción, la fantasía, el café y el fútbol.
Su primera novela El Lago de los Milagros (2016) (versión en español) fue finalista a Mejor Novela Fantástica en los International Latino Book Awards en 2017. En 2021, publicó The Anxious Mom Manifesto: 18 Lessons to Control your Anxiety Monster. Publicado por Morgan James Publishing, obtuvo Mención de Honor en los International Latino Book Awards 2022.
Actualmente vive en Jacksonville, Florida con su esposo e hijos. Puedes seguirla @paolasurauthor en Instagram.