Ver la guerra de lejos es una experiencia surreal. Es como estar viendo una película. De esas que te han mostrado toda tu vida. Con las balas, explosiones, y los héroes esporádicos. Y el villano que quieres que muera pero no muere. Está ahí. Siempre con su plan, siempre con sus ayudantes. Siempre con su suerte.
En las películas, sin embargo, sabes que de alguna manera mágica, el villano tendrá su merecido. y nos vamos felices todos a vivir en un mundo que solo nos muestra falsas verdades. Pero te hacen feliz e infeliz al mismo tiempo. Luego te despiertas en la vida real y te das cuenta de que cuando allí hay guerra es algo muy distinto. No es una experiencia de dos horas y media, donde el héroe con casi nada la logra y extermina la maldad en el mundo antes de que te acabes tu merienda favorita.
En la vida real te toca. Te toca la piel. Te toca el alma, te toca el corazón, te toca la vida. Por que no sabes que pasará mañana entonces te preguntas, ¿habré hecho algo que haya valido la pena? Porque esa es la gran pregunta del ser humano. ¿Cuál es mi valor, mi rol en este mundo? ¿Qué peso pone mi vida en estos momentos cuando miles de almas sufren y otras se apagan de repente?
En la vida real te pasa algo que te carcome por dentro. Tú estás allí, lejos de las mortíferas batallas. Lejos del dolor. Lejos de la angustia. Estás allí en frente de un televisor que puedes apagar en cualquier momento y sigues con tu vida. Te vas de copas. Ves a tus amigos. Abrazas a tus hijos. Y cuando vas a cerrar los ojos para dormir te das cuenta de que en verdad lo tienes todo. Que no hay nada más que necesitas para ser feliz y que la guerra está muy lejos, muy lejos de tu mundo, tu burbuja, tu mal humor al desayuno, el jefe que no soportas, la vida que crees que no es tuya porque tu te mereces algo mejor.
Pero no. No quieres ver la realidad. No quieres recordar la imagen que viste en el noticiero de la noche. Esa de esa madre protegiendo a sus hijos del dolor. O ese padre que se despide entre las lágrimas que trata de ocultar para verse más fuerte. O la imagen de esos niños que no entienden que tienen que huir, y tú estás ahí en tu cama caliente, e igual te quejas de tu pequeño mundo. Buscando a quien le guste tu foto de turno. Impotente al mundo al que realmente perteneces. Te das cuenta de que ese mundo real depende de seres mucho más influyentes que tú. Y te desanimas SIENTES QUE NO HAY SOLUCIÓN.
Pero…. Hay algo poderoso detrás del dolor de la guerra, sin embargo. Como sale a rabiar ese instinto humano. Tus ganas de hacer algo más, tu corazón que te impulsa a salir de allí, de tu pequeña burbuja. Y sales a las calles, te das cuenta que no estás solo, que muchos piensan como tú, y que solo con tus palabras, con tu espíritu poderoso, puedes generar un cambio.
Puede que no pase tan rápido como en las películas. Tenlo por seguro que si tú instinto humano se despierta tras la guerra y te impulsa a luchar por el amor y la libertad que es un derecho de todos, esa sola inspiración es lo que se necesita para comenzar a reparar este planeta en que vivimos, y es por lo que nos levantamos cada mañana. Somos seres humanos que solo buscamos ser felices. No nos debe dar miedo levantarnos y enfrentar a aquel que quiere interrumpir nuestro propósito. Debes saber que nada puede detener la capacidad que tiene un corazón de iluminar a su alrededor y crear un fuego que apague la maldad que existe. Haz algo HOY. Despierta. Palpita. Y sal a luchar por la humanidad porque nos la están quitando frente a nuestros ojos. Date cuenta que no estamos en una película y que en este momento estamos en necesidad de héroes reales.
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