Hay un sentimiento que aparece muchas veces sin avisar. Nos paraliza, nos deja de alguna manera inmóviles y vulnerables, tanto que no nos permite dar un paso más hacia el frente. Se llama miedo. Se manifiesta de diferentes formas y tiene millones de categorías. Hace poco, gracias a una conversación que sostuve sobre el miedo, me quedé pensando en lo que tener esa sensación representa. Llegué a la conclusión que el miedo lleva a los límites y los límites se los pone uno mismo.
Pensé en mis miedos. Por ejemplo me aterra la idea de saltar en paracaídas (razón por la cual comenzó la dichosa conversación sobre el miedo). Una vez estuve a punto de hacerlo pero cuando ya me iban a poner el arnés dije no. Mi esposo si quería hacerlo, había soñado con eso durante mucho tiempo y lo hizo. Ese día el cielo estaba totalmente despejado, azul, radiante y majestuoso como es. Cuando vi cómo comenzaban a abrirse los paracaídas de colores que bajaban lentamente sentí que esa había sido mi oportunidad y que gracias a que no fui capaz de enfrentar mi miedo justo ahí, muy probablemente no lo intente de nuevo (¿si ven? límites que ya me puse). Y la razón es muy sencilla. Hay miedos que para mi se deben enfrentar ahí, en el momento, como un gladiador lanzado al coliseo. Porque entre más pase el tiempo y ese miedo siga ahí, acechándonos, amenazándonos, los límites de los que hablo se vuelven más grandes, más grandes, más grandes, hasta que un día se vuelven murallas infranqueables.
Así como el paracaídas tengo muchos miedos. Los que más me preocupan son esos miedos que amenazan mis sueños. Pero ahora cada vez que sienta esa sensación de derrota antes de la lucha, voy a volver a ese día del cielo que no fui capaz de conocer de frente. Y me lanzaré al vacío (no literalmente hablando porque esa barrera que me puse por lo menos hasta hoy es infranqueable y tampoco lanzarme desde un avión hace parte de un sueño, más podría ser un reto). Hablo es de no dejar que el miedo a otras cosas siga construyendo barreras a mi alrededor. Con esa sola que dejé me basta. Porque no quiero ser la reina de una ciudad amurallada. El reino de mi vida tiene que ser de campo abierto, así como ese azul majestuoso.
Cuéntenme… ¿a qué le tienen miedo? ¿cómo enfrentan ustedes sus miedos?
Hmmm no me habia detenido a pensar exactamente en mis miedos, pero lo que si se es que son tan grandes como yo. Yo los creo, yo los alimento y yo los destruyo. Por eso que se atengan 😉