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Ansiedad y los demás: Yo le doy el valor tóxico o curativo a quienes me rodean

Momxious

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Hace unos días tuve un episodio de ansiedad. A pesar de que estos ataques son menos frecuentes aún me suceden de vez en cuando. Sin embargo, en esta ocasión fue algo distinto. Sin dar muchos detalles del episodio en sí, algo sucedió en medio de mi lucha por combatir la ansiedad. Me di cuenta de que he estado luchando con algo más fuerte toda mi vida y que llegó la hora de literalmente mandar esa lucha a la m… bien lejos donde jamás la pueda encontrar: La batalla de justificar quien soy a los demás. Esto ha marcado mi vida y mis relaciones personales por mucho tiempo y tal vez ha sido una de las causas de mis estados de ansiedad desde muy niña, a pesar de que el diagnóstico de esto llegó en edad adulta.

Cuando era niña y adolescente la batalla por ser aceptada terminó por hacerme ocultar quien realmente era. En aquella época debo decir que a pesar de tener varias amistades realmente pocos me conocían. Y desde allí comencé a jugar un rol sin darme cuenta y a ponerme etiquetas para hacer las cosas más fáciles. Comencé a ocultarme tras cosas más convencionales y así me convertí en la niña tímida, callada, una seguidora y no una líder. El rótulo de la fiel amiga que se desvivía por ver felices a los demás y no a ella misma. Es más, me creía feíta y sin gracia, porque era mi rol, me hice invisible. Nadie o muy pocos por lo menos sabían que por ejemplo era fanática del fútbol, o que me gustaba la literatura fantástica y soñaba con escribir historias parecidas a las que consumía, ni que era ferviente fan de la Guerra de las Galaxias. Fue más fácil ser la chica a la que nadie le presta atención, aunque eso doliera un poco en soledad.

Pero salí del colegio con ganas de deshacerme de ese rol. Lo que hice fue ponerme más rótulos de los que ya tenía. Estudié para ser periodista, y la historia que viví en mis años de adolescente se repitió en la universidad. Me puse un sin número de máscaras, aunque debo reconocer que encontré amistades muy importantes en esta época de mi vida, personas con quienes podía ser yo sin problema. Cuando me gradué hace más de 20 años me imaginaba teniendo una vida muy distinta a la que tengo ahora a mis 40. Salí de mi país, Colombia, recién graduada y cansada de tanto rótulo a buscar mi felicidad en otros lados. Y logré mucho siendo periodista. A pesar de lo difícil que es dejar el país donde se nace y se crece, en los Estados Unidos encontré nuevas amistades, conocí a quien sería mi futuro esposo, podría decirse una vida plena. ¿Entonces por qué seguía sintiendo ese vacío? En vez de aceptar mi autenticidad, lo que estaba haciendo era ponerme rótulos convencionales y entre más rótulos mayor el vacío. No fue casualidad que mi ansiedad explotara en ese momento cuando me la diagnosticaron.

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Illustration by @_tatianawilliams_

Pero siempre hay una llama que nos abre los ojos. Encontré consuelo en algo que había dejado en el tintero. Me senté a escribir y así nació mi primer libro. El simple hecho de terminarlo me hizo darme cuenta de que en realidad nunca quise una carrera de ejecutiva en un medio. Siempre quise ser escritora. Pero las miles de preguntas ahogaban ese sueño, lo malo es que no eran mis preguntas sino las de los demás. Muchos lo hacían a la cara otros simplemente me lo dejaban ver en sus miradas. ¿Cómo iba a dejar una promisoria carrera en medios por un “simple hobby”? ¿De qué iba a vivir y cómo iba a ayudar a mi esposo con las finanzas del hogar si escribir libros no deja un peso?

Me convertí en mamá y eso cambió mi vida por completo. Me dio más fuerza para perseguir mis sueños y para aceptar quién realmente era o por lo menos fue allí cuando comencé a deshacerme de los rótulos. Logré terminar una maestría y además logré por fin publicar mi libro, en contra de todos los pronósticos. Mientras tanto, las preguntas de los demás continuaban ¿De dónde saca el dinero para viajar? ¿qué hace todo el día en su casa? ¿por qué no tiene un trabajo estable si sus hijos ya van al colegio? y la lista sigue.

Hace unos meses encontré en una guía espiritual algunos consejos que me hicieron darme cuenta de que mi error había estado toda la vida en intentar complacer al resto del planeta y no a mí misma. Han sido meses de introspección y de reconocer que aunque mi verdadero yo se asomaba de vez en cuando, nunca lo dejé salir a flote. Pero nunca es demasiado tarde. Haber cumplido 40 hace unos meses fue un renacer junto a todo esto que comencé a descubrir.

En medio del llanto en mi episodio de hace días, entendí todo esto con mayor claridad. Nunca vamos a callar los prejuicios de los demás, siempre vamos a escuchar sus preguntas, sus consejos que no hemos pedido, sus peticiones y demandas, sus expectativas con nosotros… es algo que no podemos controlar. Lo que sí se puede hacer es aprender a escuchar y recibir lo bueno de los demás y rechazar lo malo, lo que nos duele y nos hace daño. Somos un colador, los demás pueden ser luz en nuestras vidas o pueden intoxicarnos. Depende de lo que nosotros permitamos dejar entrar a nuestro interior. Somos seres humanos que necesitamos de unos a otros para avanzar. Algunos llegan a nuestras vidas y esporádicamente se van, otros se quedan, otros te hieren, otros te iluminan. Para alguien que sufre de ansiedad es difícil encontrar ese balance de manejar lo que viene de los otros pero no es imposible.

Tenemos que hablar. La ansiedad no es algo que tenemos que tragarnos por siempre. Siempre hay alguien dispuesto a escucharnos. Y quien realmente nos ama así no entienda lo que se sufre con la ansiedad hará un esfuerzo. A aquellos que están con alguien que sufre de ansiedad y no entienden de lo que hablo solo les puedo decir que en ningún momento buscamos ni necesitamos que nos arreglen. No necesitamos que nos digan que todo estará bien. No necesitamos de sus juicios, si no conoces la ansiedad, edúcate para poder ayudar a quien amas. Si hay algo que necesitamos es amor. Un abrazo en el momento indicado puede sacarnos de un estado de pánico. Una llamada puede distraernos del caos. Un acercamiento nos recuerda que no estamos solos en este mundo. Hay mucho que podemos aprender de la ansiedad para ser mejores seres humanos, compasivos y llenos de luz para dar.

¿Te ha sucedido algo similar? Cuéntame tu experiencia.

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