Como quisiera tener una varita mágica y apagar tu dolor de repente
O una bola de cristal y asegurarte un futuro lleno de arco iris
Pero no puedo hacer más que pararme firme a tu lado, agarrar tu mano y llorar contigo, gritar contigo, maldecir contigo. Derrumbarme contigo con la seguridad de que algún día tendré las fuerzas suficientes para levantarnos a ti y a mi y no al tiempo necesariamente. Y luego me arrodillare a tu lado y rezaré por ti cuando no encuentres tu fe, y poco a poco te llevaré de vuela a ella y oraremos en silencio.
Aquí estaré para secarte esas lágrimas que hoy inundan tu alma y te limpiaré las heridas de esta batalla como muchas en la vida, de esas que no solemos elegir sino que nos ha sido impuesta por alguna razón del destino.
Lucharé contigo contra cualquier enemigo, en cualquier terreno, así como tu lo has hecho conmigo.
Cuántos años llevamos lado a lado escalando montañas, alcanzando estrellas y cortando cabezas de dragones. No será esta la excepción. Como nuestra amistad no la marca una estación.
Hemos vivido días soleados de risa y desparpajo, soportado tormentas, de esas que vienen mojan y se van, acampado en noches estrelladas que nos han mostrado los caminos, celebrado junto al fuego las intempestivas chispas de la vida. Nos hemos enfrentado a la nieve del destino y a la fría realidad que nos despierta del ensueño.
No será esta tampoco nuestra última batalla. Pero hay algo que si te puedo asegurar. De todo esto si la vida me ha enseñado es que no hay nada más dulce, ni nada más preciado, que caminar por las batallas de la vida con tu a amistad a mi lado.