Parece increíble pero es cierto. Recuerdo el año en que me comenzó a gustar el fútbol. Fue en 1982, año en que España fue la sede del mundial. Lo recuerdo claramente por dos motivos. Primero, un balón de fútbol que mi papá trajo a casa para mis dos hermanos y que tenía todos los escudos de los equipos participantes de la copa. Y dos, por naranjito. Yo tenía 3 años y veía al muñequito por todas partes. ¡Me encantaba!
Desde ahí me interesé por este deporte que millones seguimos como si fuera una religión. Con sus Dioses, semi Dioses, ángeles y demonios. Con su cánticos y parafernalia y hasta su propia mafia. Aprendí del fútbol gracias a papá. En mi familia era una tradición ver los partidos con mucha gente. Cuando a principios de los 90 y la selección Colombia tenía presencia y jugadores de gran renombre, mi papá compró un televisor gigantesco para que viéramos los partidos en la sala. Las eliminatorias del 93 por su puesto, son las que más recuerdo. Mi casa llena de gente ese tan venerado día del 5 de septiembre, al cuál los colombianos siempre regresamos y regresaremos así nos critiquen por ello. El 5-0 es parte de nuestra historia y cultura, como lo son el Pibe Valderrama, Simón Bolivar y el Divino Niño. Recuerdo el fatídico gol de Andrés Escobar casi un año después y yo llorando arrodillada en frente del televisor gigantesco cuando salimos del mundial de Estados Unidos con el rabo entre las patas. Ya para el de Francia los ánimos estaban más bajos, pero yo seguía siendo una creyente más. Era de esas niñitas que sabían de fútbol y que le daba rabia cuando oía que a una mujer no le podía gustar el fútbol y que era imposible que supiera tanto de este deporte. Llegó Francia 98 y todo cambió… a Colombia se le fueron las luces y las estrellas y desde entonces no hemos vuelto a un mundial. Pero yo igual seguí siendo amante del fútbol y seguía hablando con mi papá de los partidos, tanto que hasta consideré volverme periodista de deportes, cosa que luego descarté.
Ahora vivo fuera de mi país. Sigo siendo una religiosa del fútbol. Me encanta que en mi grupo de amigas de varias nacionalidades existe esa pasión por este deporte, y comentamos sobre los partidos y los torneos como cualquier experto en la materia. Cuando hay un juego interesante obvio lo comento con papá. En mi casa mi esposo ya conoce la dinámica cuando hay jornada de eliminatorias. El ya sabe que durante el día no existo para nadie y hasta mi hija de dos años a cambio de unos dulces, galletas y otras golosinas pareciera entender que por unas horas mami no tiene ojos sino para la pantalla de su computadora, desde donde le toca ver los partidos vía Internet porque me niego rotundamente a pagar televisión por cable en una era donde todo está al alcance de un click. Hoy Colombia ha vuelto a tener Dioses, Semi Dioses y ángeles aunque los mismos demonios, un equipo que me hace recordar por qué el fútbol además de escribir, es una de las pasiones más grandes que tengo. Me devuelvo a la sala de mi casa, a las conversaciones de fútbol con papá, a los amigos que venían a ver los torneos a mi casa, y al televisor gigante que aún existe y aún funciona. Y todo eso me llena de alegría porque el fútbol como la fantasía que escribo, me lleva a los lugares que quiero. Hoy por ejemplo estaré con la mente y el corazón en Barranquilla.
¿Por qué amo el fútbol? Tal vez es gracias a papá y a naranjito. Sea por lo que sea, hoy es jornada de eliminatorias, y simplemente quería contarles que amo este deporte y todo lo que trae. No siendo más me despido, rogándole a Dios, al Divino Niño y ahora a la madre Laura la nueva Santa colombiana, que nos acompañen para que Colombia pueda ir a Brasil. Y si es así, seguiré la tradición y el año que viene compraré un televisor bien grande para invitarlos a todos a mi casa…