Eran las 4 de la mañana en Birmingham, Alabama. Yo, gracias el insomnio que me aqueja de vez en cuando desde la adolescencia, hoy acentuado por las 30 semanas de embarazo y una barriga que no me deja encontrar una posición adecuada para dormir, decidí sentarme a escribir. Es lo que hago cuando el sueño se me espanta. Pero antes decido navegar por la red y ¡Oh sorpresa! El bebé real viene en camino. Desde websites de entretenimiento de esos que me encantan a mi (hecho por el cual mis amigas serias se burlan y no las culpo) hasta las principales cadenas de noticias (esas que mis amigas serias sí ven) anuncian con bombos y platillos que la Duquesa de Cambridge por fin entró en trabajo de parto. ¡Ya era hora! Lo digo por los pobres periodistas que llevan plantados días al frente del hospital donde dará a luz Kate. Y por nosotros los millones de simples mortales que hemos estado esperando ansiosos este gran acontecimiento.
Porque sí, aunque usted no lo crea somos millones de personas las que sentimos una atracción por cualquier noticia proveniente de esta controvertida familia real. Y la única manera de encontrarle explicación a esta extraña fascinación es que para nosotros, es como si a los cuentos de hadas tradicionales se les agregara de repente un reality show. Es nuestro pedacito de fantasía en vivo y en directo, en medio de un mundo caótico y lleno de hechos violentos. Tanto nos importa a tantos, que existe como profesión, y no me lo estoy inventando, el periodismo especializado en la realeza…
Entonces pienso en Kate como mamá. Toda mujer que ha pasado por un parto sabe que ese momento es tan intenso que lo último que uno quiere es tener a todo el mundo encima. En el caso de Kate, literalmente hablando. Pero supongo que esos son los gajes del oficio de ser una princesa, a la que prácticamente le están narrando el nacimiento de su hijo como si fuera un partido de fútbol. Solo falta el gol, es decir el anuncio de que de hecho su alteza real el príncipe o princesa (título que portará el bebé) ha nacido. Lo cierto es que no pasará de hoy.
Tal vez eso es lo que el mundo está pidiendo a gritos. Algo de fantasía. Algo que nos permita soñar y escapar de tanta sangre e injusticia a nuestro alrededor. A nadie le quita o le pone que nazca este bebé, que algún día que se ve muuuuuy lejano será Rey o Reina de Inglaterra. Pero es como si su nacimiento fuera la confirmación de que los cuentos de hadas existen, así como los finales felices. Quién quita y también haya un viejito en el polo norte esperando a que sea Navidad para repartir regalos (obvio que existe, debe estar tomándose una coca-cola en su igloo) o una hada madrina que aparezca en cualquier momento y nos convierta nuestra propia calabaza en la carroza que siempre hemos querido. Es cuestión de juicio… ¿usted que piensa?